Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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En dos ruedas: de la Capital hacia los pueblos, 1450 kilómetros de paz

Durante 25 noches y 26 días el docente y músico Guido Solari recorrió en bicicleta 44 locaciones entre parajes, pueblos y ciudades. Ya en su hogar compartió su experiencia.

Anochece. Se acerca a la parrilla de un camping, a la vera del arroyo, en Villa Ventana, con camiseta de ciclista y casi en un susurro pregunta: ¿Les parece que compartamos el fuego?

Las brasas, una rica comida, las estrellas, la bicicleta que hace fiaca contra un árbol, una carpa, frutas y la sonrisa pintada.

Apenas una postal de la mágica aventura que el músico y docente Guido Solari, de 53 años, oriundo de Capital Federal, decidió emprender en enero y que implicó pedalear casi todo el mes a lo largo de aproximadamente 1450 kilómetros.

En el trayecto completo gastó 202 mil pesos (trenes, helados, comida, camping  y "más helados") lo que hizo a un promedio de 7.770 pesos por día.

Antes, en otros viajes, con la misma modalidad, recorrió lugares recónditos de Entre Ríos, San Luis, Tucumán y Salta. En diálogo con La Nueva. compartió su experiencia 2024 de solidaridad, hermandad rutera, cariño, compañía y felicidad. Y "toneladas de suerte", agregó.

--¿Cuándo comenzaste a viajar en bicicleta por el país y qué te motivó a hacerlo?

--Cómo muchas cosas en la vida, el viajar por el país fue parte de un desarrollo. Al comienzo fue una alegría ir y volver al barrio contiguo. Luego las distancias y los tiempos se fueron extendiendo, junto con la curiosidad. Al comienzo en grupo, luego con la alternativa de viajar solo. ¡Ambas son muy interesantes!

--Hablemos de este viaje, de Capital a Saldungaray. ¿Qué pueblos visitaste?

--Uff! En esta epopeya por la provincia de Buenos Aires visité 44 locaciones. Algunas son simples parajes, viejas estaciones de trenes de la línea Ferroviaria Roca, como la Estación Las Hermanas, por nombrar alguna, entre otras. También pequeñas poblaciones organizadas de 12 personas, como el caso de Islas, otras de 70 como Udaquiola, otras de 200, cómo Hale o Almeyra.

Luego pequeñas ciudades como Guaminí, Laguna Alsina, Espartillar, Mosconi, Sierra de la Ventana (¡y tantas otras!) con algunos pocos miles de habitantes. De allí en adelante, podríamos hablar de ciudades con más de 15 mil habitantes como Carhué, Coronel Pringles o General Belgrano. Luego ya hablamos de monstruos como Tandil. 

Es sumamente interesante cómo la comunidad humana va cambiando su dinámica y funcionamiento en relación a su cantidad de habitantes y tamaño. Y puedo asegurar que las diferencias son absolutamente dispares y contrastantes, dando como resultado una diversa interacción entre los actores de cada comunidad. Algo parecido sucede en cada uno de los diferentes barrios, en Buenos Aires. 

La aglutinación de gente despersonaliza y aparece el anonimato como figura social, con toda su significancia. Justo al contrario de lo que vemos en pequeñas comunidades, dónde el nivel de exposición es altísimo, está a la vista y a plena luz del día. Este factor es absolutamente determinante en el funcionamiento y dinámica de cada comunidad. Esa vieja realidad a la que llamamos "costumbres".

--¿Qué aprendizaje te da el camino en este modo de viajar?

--Básicamente, me ayuda a entender la vida (la propia y la del otro ) como un acervo de costumbres que cambia de acuerdo a cada marco en el que se suscribe. La realidad es que tendemos a entender la vida como la absorbemos, digo como una totalidad determinante. Y esa mirada depende en gran medida del lugar donde vivamos.

Para ser muy claro, la vida es una cosa en CABA y otra cosa en la estación de tren Paraguil. Se vive distinto en cada lugar, con sus luces y sus sombras. El impacto del entorno nos determina socialmente e íntimamente.

Otra enseñanza del camino es la presencia de la finitud en cada paso. Avanzar es ir dejando atrás paisajes y personas. Pero también es ir a otros encuentros. El fin también es el comienzo. Básicamente estamos determinados por el entorno. Y somos consecuencias de él.

--Contame algunas impresiones de los pueblos que visitaste, sobre todo, los más cercanos a Bahía...

--Como todo en la vida, uno es preso de su percepción y desarrolla acuerdos y desacuerdos con diferentes cosas y cuestiones. Lo mismo me sucede con los lugares. Por ejemplo, Guaminí me resultó una pequeña ciudad encantadora. Emplazada a la vera de esa laguna... Es preciosa. Con dinámica absoluta de pueblo y algún guiño a gran urbe. 

Epecuén es un planeta aparte. Un mundo con características muy propias. Cómo otras pocas ciudades (pienso en la vieja Federación, en Entre Ríos) la mano del hombre la ha condenado. Esa condena, al mismo tiempo, la transforma en un sitio con un encanto inconmensurable. No sé cuántas ciudades en el mundo puedan ostentar ese destino. Un destino triste, pero absolutamente conmovedor. 

Con otro destino, Villa Ventana. Dónde una pequeña comunidad hizo del entorno entre sierras un enclave turístico increíble por lo bien organizado. Una mirada muy clara de cómo una comunidad logra sobrevivir, emplazada entre las sierras, aprovechando inteligentemente cada milímetro de ese privilegiado lugar. 

En Espartillar, cómo en Daireaux, recibí la certeza del cuidado por lo municipal y público de su gente en sus parques municipales. Lo mismo en Laprida. La idea de lo municipal y público en Caba está categóricamente denostada. Sin embargo, en estas pequeñas locaciones la gente es consciente de que ese lugar les pertenece y, lejos de maltratarlo, lo cuidan celosamente. Ese lugar es simplemente "Nuestro lugar", para ellos. Nada más sabio que esa abrumadora certeza.

--¿Solés andar en bicicleta en el año y cómo te preparás para tan largo viaje?

--La bicicleta se ha ido convirtiendo con los años en mi medio de transporte. Al vivir en CABA, las distancias son amables. No así el tráfico ni los servicios de transporte. La Ciudad de Bs As está absolutamente saturada de automóviles. Los servicios públicos de transporte (colectivos y trenes) están abarrotados. Pocos servicios para mucha gente. 

La bicicleta, además de ser amigable con el entorno, te da independencia. Y favorece tu salud física y mental. No es nada poco, ¿verdad? 

Esperemos que en los próximos años los gobiernos entiendan la importancia de estos factores fundamentales para este futuro próximo, e incentiven el uso diario para que más gente se anime y descubra lo maravilloso de incorporar a su vida este genial medio de transporte. ¡Que así sea!

--Si tuvieras que elegir una canción del rock nacional para definir qué significa tu viaje....¿cual sería?

--Ando rodando, de Gustavo Santaolalla, es una buena descripción filosófica y gráfica de moverse en bicicleta. Salud eterna al maestro Santaolalla!

Guido, ya en la Ciudad de la Furia ("Me verás volver", cantaba el otro gran Gustavo) mientras vuelve a su rutina de actividades y de afectos (tiene dos hijas) aún procesa los gestos, los rostros y las anécdotas; como la de haber conocido al uruguayo Gonzalo Bidart bajo la sombra de un árbol, en campo abierto, en medio de la nada, y en cuestión de minutos, sentirlo un amigo entrañable y compartir con él cinco días del tramo hacia el sur.

O como aquella vez que en Coronel Suárez un hombre se acercó hasta la plaza para regalarle dos botellas de bebidas isotónicas y un almuerzo al paso, al tiempo que le decía: "Mi sueño siempre fue hacer lo que estás haciendo".

Inhalar y exhalar, vivir el aquí y ahora que impone el paso lento de las ruedas, abrirse a la incertidumbre de no saber, quizás, dónde se dormirá o cómo estará el camino y confiar.

Confiar, salir al mundo, y sin querer queriendo, inspirar.

"Continúar pedaleando está maravilla de país que nos abraza", concluyó

IG: @guidosolari.musica