Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Isaac Yivoff, de la meca de Hollywood al ring side del Salón

Popular martillero local, Isaac Yivoff fue testigo y protagonista de la época de oro de Hollywood.

Isaac Yivof (al centro) entre Stan Laurel y Oliver Hardy (El gordo y el falco)

Ya no quedan casi personajes en la ciudad. Los denominados personajes urbanos, reconocibles por alguna característica propia, única, distintiva que los hacían parte de la escenografía diaria de las calles. Bahía Blanca los tuvo e Isaac Yivoff (1910-1961), de profesión martillero, fue uno de ellos.

Isaac Yivoff, periodista, martillero y actor

Conocido por su ocupación, destacado por su físico exuberante y, en un detalle distintivo, infaltable concurrente al Salón de los Deportes de calle Soler 444, en las tradicionales noches de boxeo. “Era un habitué reconocido que además solía ejercer de jurado junto a Quinto Astolfi, Raúl Trucco, Oscar Hermenegildo Macchi y Gastón Aispuro”, marcan los memoriosos. Allí Yivoff tenía reservadas dos butacas en el ring side, para sentarse sin apremios ni ajustes. Aseguran que hacía lo mismo –ocupar dos lugares— en el Palacio del Cine y en el teatro Rossini, un detalle de color que quedó instalado en la memoria colectiva.

Salón de los Deportes, Soler 444

Pero más allá de su “popularidad notoria local”, según indicó un diario de época, Yivoff tenía un pasado de película, en el mejor y más certero sentido de la expresión. El mismo hay que buscarlo en la figura de “King Wallace”, destacado extra de películas de Hollywood que fue el nombre artístico que adoptó Yivoff durante su carrera como actor.

No cualquiera tenía en la década del 40 una foto con Oliver Hardy y Stan Laurel, los míticos intérpretes de El gordo y el flaco, o con George Sanders, el primer protagonista de “El Santo”, la serie que Roger Moore popularizaría más tarde en la TV, o con Gingers Rogers, la mítica actriz, bailarina y cantante ganadora de un Óscar y recordada por sus actuaciones junto a Fred Astaire.

Yivoff junto a un productor de la Warner

Eran figuras inalcanzables para cualquier mortal, estrellas de Hollywood cuando el denominado séptimo arte maravillaba al mundo. Yivoff –o King Wallace— no solo tenía esas fotos (y muchas más) sino que trataba y trabajaba junto a figuras de esa talla.

Junto a Ginger Rogers, en su papel de Kuty Foyle

“La mayoría de las fotos no tiene identificación, no es simple saber quien lo acompañan en cada una, pero es seguro que son todos actores reconocidos de la época, todas en Hollywood”, no comenta Gustavo Yivoff, uno de los nietos que vive en nuestra ciudad que es quien nos facilita las fotografías y nos aporta valiosos datos biográficos.

De Balvanera a NY, de NY a Hollywood, de Hollywood a Bahía Blanca

Yivoff nació en Balvanera, Buenos Aires, y siendo apenas un adolescente decidió probar suerte en Nueva York. Corría 1923, la época del jazz y del shimmy.

Pero apenas llegado a esa ciudad norteamericana, siendo un purrete de 13 años, se encontró con un impedimento para cumplir sus sueños: no hablaba inglés. “No conocía el idioma de los yanquis. Creí encontrar una puerta ancha, abierta a mis inquietudes y desvelos, pero la misma se me hizo sumamente estrecha por esa circunstancia”, narró en 1954, ya radicado en nuestra ciudad.

Yivoff junto a Tito Guizard y Aranda Varela.

Así que los primeros años los dedicó a aprender el idioma y a trabajar en diversas ocupaciones. “La vida, en esas circunstancias, la vi de todos los colores, parecía un arco iris”, detalló. Fue en esos años en que el cine sonoro desplazó al mudo y Yivoff encontró ahí, según dijo, “un respiro, un alivio”. No porque le gustara ver películas, sino porque decidió ser actor.

Comenzó siendo extra en los estudios East Side y una vez que hizo algo de experiencia armó sus valijas y se mudó a Hollywood, la Meca del cine, “un verdadero hormiguero humano, donde miles de extras buscan una consagración que nunca o pocas veces llega”.

Uno de los films en los que participó como King Wallace

Curiosamente, Yivoff tenía puesto en su físico, “mis 112 kilitos” decía, una parte de su esperanza, ya que su aspiración era ser el sucesor de “Tripitas”, un famoso personaje interpretado por Roscoe Arbukle.

Cuando pisó esa ciudad era la época de estrellas como Clark Gable, Ramón Novarro y Gary Cooper. Entre esas figuras, caminando entre carromatos y sets, Yivoff fue estableciendo decenas de relaciones de amistad.

Para entonces había adoptado el nombre artístico de King Wallace, figurando así en decenas de films. “En 1928 fui parte de El precio de la gloria, donde interpreté a un soldado alemán. Luego aparecí en Alas, donde hice de un abnegado mecánico de aviación en el marco de la guerra”.

En plena actuación

Alternaba esos papeles con algunos trabajos como productor y en calidad de asistente. En 1937 participó en muchísimas películas del Far West, las de cowboys. “Actué en un centenar, en muchas como un guapo de dos pistolas 45”, detalló.

Un alto en una película del Oeste

A fines del 30 comenzó a realizar giras por distintos países de Sudamérica, participando en programas de radio, hablando de cine y finalmente se radicó en Méjico, donde rodó varias películas para el sello R.K.O.

Esta colorida etapa de su vida se extendió hasta 1940, cuando decidió regresó a Buenos Aires, donde se dio el gusto de participar del filme “Cuando canta el corazón”, con Hugo del Carril, y en “El susto del pobre Pérez”, con Augusto Codecá.

En 1941, a sus 31 años de edad, Yivoff contrae matrimonio con Fanny Yutorán, de 32 años, oriunda de Médanos y una de las primeras médicas de nuestra región, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Cuando Fanny consigue empleo en el Hospital Municipal, ambos se trasladan a nuestra ciudad, donde Yivoff comienza a desarrollar tareas en la compra y venta de muebles antiguos, instalando sus oficinas en calle Donado al 100, frente al hoy Mercado Municipal, luego mudado a la primera cuadra de calle Lamadrid.

Poco tiempo le alcanzó para convertirse en un personaje, conocido, querido y popular.

Su casa de remate de muebles

El Salón, dos butacas en el ringside

Yivoff era fanático del box y como tal habitual concurrente al Salón de los Deportes, a las veladas pugilísticas de cada fin de semana, abonado al ring side y muchas veces parte del jurado.

Si ya era llamativo como personaje y por su físico, sumaba la curiosidad de sentarse ocupando dos butacas, un detalle menor que quedó grabado en la memoria de muchos.  

A quien quería escucharlo, nunca faltaban las anécdotas. Por caso la de haber asistido al Polo Grounds de Nueva York en septiembre de 1923, cuando Luis Firpo, el Toro salvaje de las Pampas, sacó del ring al campeón del mundo de los pesados, Jack Dempsey. “Todos los presentes sostuvieron que la pela la ganó Firpo. Su upper cut a la mandíbula lo despegó al norteamericano y lo mandó fuera del ring. Entre los periodistas y el árbitro lo ayudaron a volver a la pelea”, refería.

Dempsey cae fuera del ring

Final

Isaac Yivoff –King Wallace-- falleció el 2 de octubre de 1961, a la temprana edad de 51 años Casado con la médica Fanny Jutorán, era padre de dos hijos, Edgardo y Carlos.

“Alcanzó popularidad notoria y despertó sentimientos de amistad merced a sus innatas dotes de bonhomía. Gracias  a su notable temperamento y su ponderable fuerza anímica logró disimular ciertos contrastes materiales. Fue Un hombre de fácil cordialidad y de conversación amable y elocuente”, publicó un diario local.

El cortejo fúnebre partió de la vivienda familiar de Dorrego y Belgrano. La ciudad estaba un poco más sombría ese día: se había apagado una estrella de Hollywood.

 

Fanny, la otra estrella

Al lado de un gran hombre siempre camina una gran mujer. Fanny Yutorán de Yivoff era médica, con especialidad en ginecología. Empleada del Hospital Municipal, estaba a cargo del consultorio externo que ese establecimiento tenía en Villa Mitre y atendía su consultorio en Falucho 285.

Miguel Jutoran, su esposa Rosa Siskindovich y sus hijos Fanny, Maria y Jacobo

En una nota de Evedit Hosni de Giorlandini publicada en una revista de la época, destaca que el barrio tuvo “el honor y la suerte” de conocer a esta profesional que, escribió, “reunía todas las condiciones para ser un ángel de la guarda”, y que durante años “cuidó la salud de las mujeres y niñas como una médica excepcional”, atendiendo con una actitud “maternal, educadora, comprensiva y desinteresada”.

Era habitual verla recorriendo las calles de Villa Mitre para visitar algún hogar, primero caminando, más tarde con su propio auto, generalmente acompañada de sus dos hijos pequeños.

Los últimos años de su vida vivió en el edificio Los Médanos, de Lamadrid 345, donde siguió atendiendo dentro de sus posibilidades.