Bahía Blanca | Jueves, 09 de mayo

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De Sicilia a Bahía: inmigrantes que hacen honor a sus raíces

Arribaron de la mano de sus padres o abuelos y formaron sus propias familias en la ciudad. Su lugar de encuentro es la Sociedad de Socorros Mutuos "Trinacria", en calle Dorrego al 200.

Se juntan, conversan, se ríen y comparten sabrosas comidas. Pero lo más importante es que continúan, mediante una amistad forjada en el tiempo, sosteniendo viva sus raíces.

En su sede de calle Dorrego 264, los entusiastas italianos conforman la Sociedad Siciliana de Socorros Mutuos, más conocida como Trinacria, fundada el 5 de agosto de 1917.

El salón principal reviste gran parte de la historia de esta bella comunidad que se nutre de anécdotas recientes sin dejar de lado el pasado y aquellas que los marcaron desde su arribo a Bahía Blanca de la mano de sus padres y abuelos.

“Nací en Mazzarinno, provincia de Caltamisetta, y llegué a la Argentina a los 4 años, el 31 de diciembre de 1950. Arribamos con mi papá (Gaetano), mi mamá (Josefina) y una hermana de dos años (Mariana). Un tío, Roque, nos recibió en Bahía. Vivía en calle Casanova”, dijo Rocco Privitello –en nuestro país su nombre es Roque- quien hasta el año pasado fue presidente de Trinacria.

“En Bahía Blanca es el único apellido que hay. Mi padre pasó 8 años en la guerra y dos fue prisionero, siendo liberado en 1945. Como buen jefe de familia no sólo consiguió trabajo rápidamente cuando llegamos, sino que hizo todos los papeles en esa época donde el presidente era Juan D. Perón”, contó.

--¿Qué era para usted este nuevo mundo?

--Estaba todo mal. No entendía lo que me decían, ni me podía expresar con ellos. Era pequeño, muy rebelde y pendenciero (risas). Mi madre tuvo que asistir varias veces a la comisaría por mi forma de ser. 
“Siento que mi carácter explosivo se debió a que me sacaron de mis raíces, el lugar donde soñaba vivir. El desarraigo de ese gran marco familiar alegre y contenedor me hacía reaccionar así”, expuso Roque, quien un año y medio después comenzó a cursar en la Escuela N° 29, en calle D’Orbigny.

--¿Usted tomó las riendas de este lugar llamado Trinacria?

--Pasaron 30 años en los que ejercí como presidente. Esto era un bar donde nadie sabía el significado de la palabra Trinacria… Es nada más y nada menos que Sicilia. A este sitio me trajo un cónsul descendiente de sicilianos que pretendía que alguien retomara el legado. Gracias a Dios lo pude hacer, pero costó un montón.

“A este bar se venía a jugar a las cartas y a comer. También estaba la cancha de bochas. Todo eso se fue transformando y hoy es un sitio de cultura y reencuentros”, apuntó.

Roque acercó a gente de sangre siciliana para fortalecer el grupo y darle vida a su proyecto.

“Llegó un momento en que no hubo más cabida para esa gente que asistía a pasar el rato. Hoy Trinacria es motivo de orgullo, disponemos del único cuadro que hay en Bahía de la imagen del doctor René Favaloro. Le pusimos su nombre al salón-oficina y contamos con el escrito del doctor cuando fue declarado ciudadano ilustre en su visita a su pueblo, en Sicilia”, señaló.

“También disponemos del busto de Luiggi Pirandello, ubicado detrás del teatro municipal, un siciliano muy conocido por sus escritos”, remarcó.

Bonacorsi y el recuerdo de su abuelo

Por su parte, Juan Carlos Bonacorsi, actual presidente, dice ejercer su cargo con orgullo por razones múltiples.

“Primero porque la sangre tana me tira y segundo porque mi abuelo, Rosario, fue uno de los fundadores de Trinacria. Ellos nos dejaron este legado hermoso que hoy podemos disfrutar con nuestra gente. Somos argentinos, pero nuestras raíces tiran y uno se siente halagado de ello”, dijo Bonacorsi.

“Por un certificado de defunción que encontró mi primo, Mariano, pudimos descubrir que mi bisabuelo (Rosario) también se había venido a la Argentina; no lo supieron mi padre y mi tío, un verdadero misterio. Lo localizamos en una bóveda de un pariente nuestro que vive en Cipolletti”.

“Uno guarda recuerdos y fotos que hacen lagrimear. De un muelle pequeño y similar al de General Cerri, los gringos abordaban pequeños barcos y luego a otro más grande para venirse a América. Las ‘tanas’ lucían negras desde su cabellera hasta las punta de los pies; fue una historia dolorosa, de dificultades por la manera en que tuvieron que abandonar sus raíces”, expresó.

“Mucho transcurrió desde el desolador panorama que encontraron nuestros ancestros hasta este presente de una ciudad pujante donde hay valiosas instituciones educativas, un puerto maravilloso y muchas cosas más. Todo eso es por influencia de los inmigrantes”, remarcó.

Mingo sigue conectado

Domingo Chillemi llegó a nuestro país a los 10 años proveniente de Barcellona Pozzo di Gotto.

“Tenía 7 años cuando se desató el conflicto bélico. Mi padre participó del mismo y cuando retornó a su hogar nos parecía un soldado desconocido, tenía 30 kilos menos y estaba muy cambiado. Intentamos a trabajar en la viña para rehacer nuestras vidas, pero el sitio se transformó en una pista de aviones para el ejército norteamericano”, dijo “Mingo”.

“A la Argentina vinimos por un hermano de mi padre que vivía acá; no había mucho para hacer en Sicilia. Tengo presente la imagen de nuestro refugio y a mi abuela trayendo la comida y la bebida luego de ordeñar a las chivas. Vivíamos escondidos, aunque nunca nos faltó nada por tratarse de un territorio de cultivos”, amplió.

Mingo recordó los primeros pasos una vez que su padre pisó el suelo bahiense.

“Empezó a trabajar en la Base Puerto Belgrano a la vez que iba construyendo una casita para albergarnos a nosotros, que éramos cuatro hermanos y mi madre. Luego otro hermano nació en Bahía. De este país sólo puedo ser agradecido. Después de los 65 años volví a Sicilia y me reencontré con 12 primos hermanos. Fue hermoso recorrer todo, volver a la escuela donde hice parte de mi infancia. Ahora estoy en contacto vía whatsapp, la tecnología nos acerca mucho más”, afirmó.

Rosina y Lila, amigas y reposteras

Calógera “Lila” Giamusso llegó a Bahía Blanca en 1949. Tiene 83 años y se siente halagada de haber podido volver a Sicilia en 2010.

“Por muchos años fue algo pendiente. Encontré un lugar muy distinto, salvo por el paisaje y las sierras. Soy de Ravanusa, donde uno de los atractivos que sobresale es la belleza de la iglesia del convento, además de la calidez de su gente. Allí encontré una prima hermana, pudimos recrear la bella historia de nuestras familias. Hoy si tengo que elegir me quedo a vivir acá, porque están mis hijos y nietos”, aseguró Lila, quien, según sus compañeros, tiene una mano prodigiosa para realizar repostería.

Por su parte, Rosa Aquilia, llegó a los 2 años a nuestro país, aunque su corazón permanece en Sicilia.

“Como nunca había podido volver a Sicilia, me anoté en un listado y gracias a la gestión de Rocco (Privitello) lo pude hacer. Tenía curiosidad por saber cómo era mi tierra y lo que me contaban mis abuelos y mi madre respecto de la guerra, ya que mi padre había estado prisionero en Alemania”, subrayó.

“En mi casa se hablaba el dialecto, tuve que aprender el castellano. Mis padres añoraban su tierra, me inculcaron ese amor y por eso haber ido allá fue el premio mayor de mi vida. ¿Cómo me recibieron? Me emociona contarlo. Me fueron a buscar al aeropuerto con un papel con mi nombre escrito. Llevé una foto de mi madre y de igual manera conocí a mi tía; fue emocionante”, reveló.

“Luego visité Paternó, el pueblo de mi padre. Y cuando llegué a la estación de trenes y miré por la ventanilla no lo podía creer, los habitantes me estaban esperando con las fotos que mi madre les enviaba por carta. Conocí a dos hermanos de mi papá, deseaba quedarme con ellos”, aseguró.

 

El experto en la cocina

Ángel Solli es quien mantiene vivo el epíritu de Trinacria con sus comidas y sabores italianos. En la cocina, todo pasa por su manos y las pizzas son sus especialidades.

 

La fundación

Bajo la denominación de Sociedad de Socorros Mutuos “Trinacria”, fundada el 5 de agosto de 1917, y con personería jurídica acordada el 19 de abril de 1927, por el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires, quedó constituida la entidad, siendo su actual domicilio Dorrego 264.

Su primer presidente fue Eugenio Cavallaro, en tanto que el actual es Juan Carlos Bonacorsi.

Son permanentes colaboradores son Domingo Chillemi, Rocco Privitello, Calógera Giamusso, Rosa Aquilia, Claudio Pelaez Caruso, Horacio Mazzili, Néstor Torrisi, Roberto Caiola, Mario Minnitti, Ariel Bonotti, Andrés Gianberlluca y César Puliafito.